Un suelo saludable esta compuesto no sólo por minerales y materia orgánica, sino que alberga a una extensa red trófica de microorganismos, que incluye una gran diversidad de especies, organizados en el llamado ¨microbioma del suelo¨.
Dichos seres vivos son los responsables de la nutrición vegetal gracias a su poder de descomposición de la materia orgánica en sustancias más simples y asimilables para las plantas.
Un suelo vivo y biológicamente equilibrado produce mayor cantidad y mejor calidad de alimentos, lo que representa una mejor nutrición y salud para los seres humanos y animales que los consumen.
Dichos microorganismos también sirven para aumentar la tolerancia al estrés de los cultivos ya que generan la estructura del suelo que permite el efectivo fluir del aire y del agua en su interior. Un suelo sano no se inunda y a la vez retiene el agua, la filtra y la purifica formando acuíferos naturales subterráneos y potables.
La microbiología del suelo permite la retención de carbono atmosférico en el suelo, siendo fundamental su conservación y desarrollo para el futuro de la Humanidad.
La agricultura, tal como está planteada en la actualidad, no considera todos estos servicios ambientales que la biología del suelo otorga, y, mediante la aplicación de productos químicos, ha favorecido sistemáticamente su eliminación. Esto genera un círculo vicioso de plantas que requieren necesariamente más fertilizantes y pesticidas para subsistir, cuando naturalmente las plantas nacen, crecen y se reproducen sin necesitarlos.